sábado, 30 de octubre de 2010

Negación

Todo incita a la noche
y, sin embargo, yo la niego
como otros niegan la verdad más nítida.

No he de quedarme a oscuras
sentada frente a mis vestidos rotos.

No he de quedarme aquí,
mientras afuera exista algún destello,
un solo nombre sin espalda.

He de salir de la mujer dormida,
de esta pausa de carne,

perforar la ventana
-como quien rompe un vicio viejo-
y dejar que se escape este abandono,

esta piel sin herida.

martes, 26 de octubre de 2010

Tres poemas


C
reo que por fin
te he despedido
Creo que por fin
te he despedido.
Porque logré
que dé lo mismo
que estés aquí
o allá.
De todos modos
estás lejos.
Me levanto del agua de la noche...

Me levanto del agua de la noche
deseosa de ti.
Despedazada.


No viniste de lejos
Viniste de tan hondo
que conozco tu nombre,

conozco tu dolor,
reconozco tu alma.
No viniste de lejos,
ni siquiera has llegado.
Estabas desde siempre,
como un lenguaje escrito
en el fondo de mí,
y te estoy descifrando.


Todavía tu sombra llega...

Todavía tu sombra llega
y me invade la casa.
Conversa con las cosas.
Extrañamente tuya
esa presencia muda.
Como si tú quisieras
amarme sin saberlo.
Como si un otro tuyo
se saliera de ti
para buscarme.

domingo, 24 de octubre de 2010

Volviendo a Rayuela (y justo a esto que alguien me recordó ayer)


(...)¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verbo no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. (...)

Julio Cortázar

Fragmento del capítulo 93 (de Rayuela, claro)


Thanks.

sábado, 23 de octubre de 2010

Sobrevivir

Diccionario:

1 Seguir vivo después de un hecho o de un momento determinados, especialmente un peligro o una catástrofe en el que se hubiera podido morir.
2 Seguir vivo después de la muerte de otra persona: el hermano mayor sobrevivió a los dos pequeños.
3 Seguir vivo a pesar de las estrecheces y de las dificultades para tener lo más necesario: el sueldo que me pagan apenas da para sobrevivir.

Mía propia:

4 Seguir vivo por dentro. Elegir. Renunciar. Saber ponerse a salvo cuando no hay rayas que pisar en el suelo. Coleccionar cicatrices. Equivocarse. Creer. Crecer. Vivir y morir a tiempo.

jueves, 21 de octubre de 2010

Que no es amor

Este poema nació hace unos días de un contrapunto con un compañero de Ultraversal, Joan Gaspar, al que le doy las gracias por haberme "obligado" a escribirlo; muchas gracias, Joan.
Es revisable y mejorable pero, de momento, se queda así, tal y como salió.


Que no es amor,
que es sólo un rato cerca de la lengua,
una ráfaga,
algo que se parece a los domingos,
un choque entre dos cuerpos sin memoria,
sin futuro,
sin más sonido que una noche;
dos cuerpos que se miden los lunares
con un reloj sobre los hombros.

Extranjeros al margen de la luz,
amantes que no fingen,
que van a lo que van:
a matar otras horas con saliva.

martes, 19 de octubre de 2010

Tres poemas

La chica más suave

Perteneces -lo sabes- a esa raza estafada
que el dolor acaricia en los andenes.
Medio mundo de engaño conociste
y el resto fue mentira.
Has llegado hasta aquí
huyendo de mil días
que pasaron de largo.
Has llegado hasta aquí
para mostrar a todos tu inefable pirueta,
ridículo equilibrio,
ese nado a dos aguas,
piedra de escándalo,
ese triste espectáculo que ofreces,
esas gotas de miedo que salpican
tus insufribles lágrimas.
Aparta.

La cólera de un viento

Dormir algunas veces cuesta mucho.
Lo digo por el whisky doble
y por los calcetines que preciso
y por cómo arrancaste mi foto de tu cuarto,
con aquella amargura en los labios crispados.
Desde entonces yo trato de imitarte:
pongo cara de cínica, troceo tu corbata,
y vuelvo indiferente la almohada.
Vano intento. Guardarte en un capítulo.
Como meter el mar en un pobre agujero.
Y aquí sigo en la playa, con mi pala, mi cubo...
tan sola ya, tan roto el uniforme...

Elegía y postal

No es fácil cambiar de casa,
de costumbres, de amigos,
de lunes, de balcón.
Pequeños ritos que nos fueron
haciendo como somos, nuestra vieja
taberna, cerveza
para dos.
Hay cosas que no arrastra el equipaje:
el cielo que levanta una persiana,
el olor a tabaco de un deseo,
los caminos trillados de nuestro corazón.
No es fácil deshacer las maletas un día
en otra lluvia,
cambiar sin más de luna,
de niebla, de periódico, de voces,
de ascensor.
Y salir a una calle que nunca has presentido,
con otros gorriones que ya
no te preguntan, otros gatos
que no saben tu nombre, otros besos
que no te ven venir.
No, no es fácil cambiar ahora de llaves.

Y mucho menos fácil,
ya sabes,
cambiar de amor.


domingo, 17 de octubre de 2010

Retales


Ya todo son retales, trozos.
Ya nada permanece.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Mañana

Mientras mañana es sólo un nombre
tú me dictas la gloria en cada esquina.

Ya no lo quiero todo,
ahora me basta un rato entre las piernas,
uno de esos momentos que no acaban,
un dilatado sur,
un roce sin dolor.

Mañana, cuando ya no estés,
volverán los cipreses y la noche más triste.
Me haré mesa
o gata en el tejado,
me dejaré morir.

Pero será mañana,
hoy me pesa tu lengua en la cintura
y este placer que suena como suenan los trenes,
lejos y cerca,
sin ningún eco.

domingo, 10 de octubre de 2010

De "Usted", 1984


Hoy era la última tarde...
Hoy era la última tarde.
Usted no paraba de hablar
-lo hubiese matado-
y a mí me ardían las uñas cuando nos despedimos
en la parada del autobús.
Ni un sólo beso.

Señor, las horas desnudas...

Señor,
las horas desnudas,
como limones al trasluz,
se exprimen en mi muñeca
de una manera desesperadamente cobarde:
estoy, para variar y por no quedarme en casa,
con alguien que me aburre los besos.

Señor, hoy me han preguntado
Señor,
hoy me han preguntado
por qué llevaba tanta prisa,
y acordándome de lo de anoche
en el coche
–salvo de la cremallera problemática,
la mota en la lentilla,
los guardias al lado,
el frío...–
estuve a punto de decir
que un sueño muy alto muy alto
y algo gordito
había quedado con mi boca a las dos.

Usted se inmiscuye en mi bufanda...
Usted se inmiscuye en mi bufanda
desde una aurea blanquísima que me reverbera los labios.

No me muevo,
no fumo -quizá a su silencio le moleste esa arruga en la nieve-;
y sólo cuando marcha me doy cuenta
de que he estado aguantándome el pis todo el rato.

Qué hago yo aquí...
Qué hago yo aquí medio borracha
escuchando a este cretino
que sólo sabe hablarme de la mili,
mientras me tapa baboso la calle y la vida
con su espalda.
Y encima estoy sin tabaco.
(Menos mal que desconecto en seguida
pensando en ese géiser de besos
que le provocaré a usted, sin duda,
cuando su camisa se digne o se resigne
a dejarse desabrochar por mi mano.)

Señor, ahora que mi piel y la suya...
Señor,
ahora que mi piel y la suya
-después de las sábanas-
han formado un nuevo «collage» en el agua,
no es el mejor momento para hablarle,
desde luego,
pero aprovechando que estoy arriba
y usted debajo,
quisiera decirle
-casi no me atrevo con sus ojos-
que no puedo más,
que voy a pararme.

-Era el placer como una de esas muñecas rusas que se abren
y aparece otra,
y otra...-


Usted se ha ido...
Usted se ha ido. Pero tampoco conviene dramatizar
las cosas.

Cuando salgo a la calle,
aún me quedan muchas tapas risueñas en el tacón,
y mis medias de malla consiguen reducir la cintura
de la tristeza
si su ausencia va silenciándome en una resaca
de escarcha.

O sea, que no estoy tan mal.
Porque yo podré ser de vez en cuando un eclipse. Pero
nunca
un eclipse sin sangre de luz.

jueves, 7 de octubre de 2010

Cinco Poemas de Idea Vilariño


Después


Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.


Dónde el sueño cumplido...

Dónde el sueño cumplido
y dónde el loco amor
que todos
o que algunos
siempre
tras la serena máscara
pedimos de rodillas

Escribo, pienso, leo...

Escribo
pienso
leo
traduzco veinte páginas
oigo el informativo
escribo
escribo
leo.
Dónde estás
dónde estás.

Un huésped

No sos mío
no estás
en mi vida
a mi lado
no comés en mi mesa
ni reís ni cantás
ni vivís para mí.

Somos ajenos
túy yo misma
y mi casa.

Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
más que una cama
a veces.

Qué puedo hacer
cedértela
pero yo vivo sola.

Buscamos...

Buscamos
cada noche
con esfuerzo
entre tierras pesadas y asfixiantes
ese liviano pájaro de luz
que arde y se nos escapa
en un gemido.



martes, 5 de octubre de 2010

He roto el lunes

Para que tú me vieras rompí el lunes.
Salté sobre mi sombra
para hacerle arañazos a la noche.

Quise ser yo,
un paisaje de arena
una postal de alambre sobre el miedo.

Elegí para ti la desnudez,
no el artificio,
no lo oscuro,
no el misterio.

La verdad que pronuncia lo que soy.
El despojo de un gesto
que en los ojos encuentra su lenguaje.


Este poema tiene algo así como dos años y medio pero lo he estado maquillado estos días para intentar dejarlo algo más guapo.

domingo, 3 de octubre de 2010

A un hombrecillo


Dedicado

Érase una vez un hombrecillo que un día llegó a una oficina alegre con un traje barato y triste y muchos complejos. El hombrecillo quería triunfar en la vida, triunfar en su vocabulario significaba tener un despacho, una visa de empresa, un coche de lujo, un duplex en la zona norte y un traje menos feo. Lo necesitaba para compensar su triste vida de marido adúltero y sexo reprimido. Y como lo deseaba más que nada en el mundo, lo consiguió.
Para ello mintió, espió, sobornó, se rodeó de seres iguales de míseros pero menos inteligentes que él, aprendió a no tener sentimientos y obtuvo esa felicidad de camisas de marca que da el poder.
Al final, consiguió convertir ese lugar alegre y hermoso en un sitio tan frío y triste como él. Pero su triunfo no le salvo del psicólogo, ni de las amantes sin polvos (sólo unos cuantos calentones para mantener el ego alto), ni de tener que correr kilómetros y kilómetros todas las tardes para huir hacia ningún sitio.
Y, sobre todo, no le salvó,de su cara frente al espejo todas las mañanas recordándole que sólo hizo daño a los que envidió, a los que temió porque supo mejores y, sobre todo, más felices.