Amarte, como amo a la palabra antes de que se convierta en silencio. Quererte como se quiere a las cosas que nos predecían sobre el destino amargo de nuestras ciudades. Nombrarte ante los espejos opacos que adivinaban tu lentitud ciega. Y seguir apoyando tu apellido en la soledad de mi nombre. Seguir siendo palabra sobre las calles ensordecidas por el ruido de un amor huérfano de vientres. Y amarte, roto, con esa clase de amor, desnudo, que se abraza a tu nombre en las cenizas para salvarte de lo que eres: un lugar desde el cual mirar la noche. |