De ti sólo guardo nombres vacíos. Las sobras quietas de una sensación que se detuvo en el perfil del mundo. No siempre fue así, claro. No lo fue durante aquel largo invierno, cuando bajo tu axila se escondía el sudor antiguo del mundo y tu ojos eran un charco en el que ahogar cada noche la rabia. Mi mirada hizo de ti lo que no eras. Y no eras el libro cerrado que hoy reposa su cansancio en mi vientre, implorando la sombra de un beso que no existe. Antes, eras la paciencia del agua por eso no sé si mi nuevos ojos podrá mirar sin miedo el rostro de un tiempo perdido. |
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