Al alejarme siempre he pensado en el regreso,
en su lenguaje fosco. Por si nadie me espera.
Abandoné el destello de una casa sin huéspedes. Apagué las bombillas y organicé la vida. Pero las cosas, firmes en su costumbre, continuaron allí. No supe corregir la suciedad. Ni el polvo. Puedo limpiar los restos de las noches, abrillantar su suelo de madera pero cuando las sombras me reclaman las recibo. Y la casa se abraza a la ciudad, a un cepillo de dientes. Al orden de lo viejo. Sólo son cosas pero impiden la marcha. |
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