Ahora que el mundo se ha quedado quieto
-solos él y yo frente a este trasiego de luces-
que me perdonen los que están sin voz
y en el sonido buscan una estrella.
Los que atesoran lunas con las manos
y ven a dios en el perfil del miedo.
Que obseven esta sombra y la perdonen
aquellos que en la lengua resucitan
el resorte de un muelle que se oxida.
Porque, cuando se callan los que saben,
comienza el continente a ser terraza de enero.
Balcón que se recoge tras la niebla.
Cicatriz de una luz que no ve pasos.
2 comentarios:
Precioso este poema. Magníficos estos versos que describen el lirismo del amor. Un abrazote. Tino
Gracias, Tino... no he andado muy poética en estos últimos días, a ver si lo retomo... he estado liadísima y estresadísima...
Gracias por venir
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