Al vientre no se llega entre las sombras. Nadie conoce su perfil de dios, nadie desnuda el hambre que le tiembla, pálida, bajo el rostro del otoño. Su fondo es líquido y sus dedos laten como semillas que convocan vida. Un instante de párpados abiertos basta para encender el horizonte. |
2 comentarios:
"Un instante de párpados abiertos
basta para encender el horizonte."
Un final excelente como colofón a un muy buen poema. Enciendes la vida también con tus poemas.
Gracias Jesús, aunque este poema me trajo algunos problemas que no quiero ni recordar... Tuve el blog abandonado por falta de tiempo...
Saludos,
Carmen
Publicar un comentario