domingo, 6 de abril de 2008

Ningún nombre

Me levanto si el día me recuerda
que tengo que limpiar la oscuridad
que nos dejó la noche.
Ese pozo infectado de sonidos
a los que llega el hambre repetida.
Esa rabia que oculta entre la alfombra
el miedo a no decir lo que se siente.
Yo no le temo a los que nombran nombres.
Yo puedo sonreír cuando me doblan
el destino en un gesto.
Y volver a decir que, entre mis manos
y yo, duerme la sombra de una página
que no escribe ningún verbo en sus líneas.

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