Me levanto si el día me recuerda que tengo que limpiar la oscuridad que nos dejó la noche. Ese pozo infectado de sonidos a los que llega el hambre repetida. Esa rabia que oculta entre la alfombra el miedo a no decir lo que se siente. Yo no le temo a los que nombran nombres. Yo puedo sonreír cuando me doblan el destino en un gesto. Y volver a decir que, entre mis manos y yo, duerme la sombra de una página que no escribe ningún verbo en sus líneas. |
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