Estoy leyendo la trilogía Tu rostro Mañana de Javier Marías y me tiene totalmente entregada. Prácticamente sólo leo de noche y en la cama y, aunque soy bastante noctámbula, hace días que anticipo la hora de acostarme. La historia me reclama como un imán.
El inicio de la primera parte que se titula, Fiebre y Lanza, no se me hizo fácil. Javier Marías no es una lectura que resulte sencillo abordar. Para empezar, a penas utiliza los diálogos y, cuando lo hace, son más bien monólogos, interminables divagaciones sobre un mismo tema que podrían llegar a cansar si no fuera porque los temas que aborda son, para mí, apasionantes. No se me ocurre nada más interesante que hacer en la vida que lo que hace el protagonista de la historia: interpretar vidas, adivinar, gracias a un don especial, lo que cada uno de nosotros, de ellos, seríamos capaces de llegar a hacer en situaciones límites. Ser capaz de ver lo que ocultamos, lo que ni siquiera a nosotros mismos nos es dado saber.
El inicio de la primera parte que se titula, Fiebre y Lanza, no se me hizo fácil. Javier Marías no es una lectura que resulte sencillo abordar. Para empezar, a penas utiliza los diálogos y, cuando lo hace, son más bien monólogos, interminables divagaciones sobre un mismo tema que podrían llegar a cansar si no fuera porque los temas que aborda son, para mí, apasionantes. No se me ocurre nada más interesante que hacer en la vida que lo que hace el protagonista de la historia: interpretar vidas, adivinar, gracias a un don especial, lo que cada uno de nosotros, de ellos, seríamos capaces de llegar a hacer en situaciones límites. Ser capaz de ver lo que ocultamos, lo que ni siquiera a nosotros mismos nos es dado saber.
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