Llegas y te recibo desde el hurto,
afónica de esperas,
con un asombro débil en la piel.
Llegas y, de repente, el verano se alarga;
se hace de trigo la humildad del sol.
Eres semilla y nombre:
calles que siembran el asfalto,
casas dormidas, bodegones de espejos.
Tanto tiempo esperando un mar sin muelles
(un fantasma que surja del alambre,
unos ojos que apaguen la ceguera;
una boca que bese a los sin rostro;
un simple pacto de placeres huecos;
la lágrima en el vientre).
Cosechas que no olviden su pasado de sal
-esa pequeña red de lo innombrable-.
Llegas y se me espantan los países.
Para que empiece en mí tu aliento
bebo la sed y permanezco inmóvil.
2 comentarios:
Otro ratito por estas ciudades que son como islas...
muy suave al leerlo...qué agustito me has dejado Carmen!
besos
Hola Antonio,
Me alegra que pierdas el tiempo por aquí...
Beso gordo,
Carmen
Publicar un comentario