domingo, 21 de septiembre de 2008

2666

Sus más de mil páginas pueden provocar pereza a la hora de enfrentar su lectura. Y así fue en mi caso (que, además, tengo un horario de trabajo salvaje). Pero, la aventura, merece la pena.
La novela tiene cinco partes.
El hilo que las une es el escritor alemán Benno von Archimboldi, desaparecido desde hace tiempo.
En la primera, "La parte de los críticos", cuatro profesores universitarios, obsesionados con su obra y con su personalidad, dan con una pista sobre su paradero que les conduce a la ciudad mexicana de Santa Teresa.
Allí conocen a un profesor universitario catalán que protagoniza la segunda parte, «La parte de Amalfitano».
Un periodista norteamericano va, casi accidentalmente, de Detroit a Santa Teresa a cubrir un combate de boxeo y descubre, también accidentalmente, los asesinatos de mujeres que se producen en la ciudad. Es «La parte de Fate».
De ahí, la novela se detiene en «La parte de los crímenes», donde se nos cuentan los numerosos asesinatos de mujeres que se están produciendo en la ciudad. Una ciudad, rodeada de basureros ilegales y de maquiladoras (fábricas) donde trabajan miles de emigrantes.
Por último, el libro se cierra con la biografía de Benno von Archimboldi. Es la quinta y última parte: «La parte de Archimboldi».
Un puzzle que nunca acaba de encajar.
Aficionada, como soy al cine, la novela me recuera a algunas películas, para mí de culto (Amores Perros, Babel, 21 gramos... ) en las que vidas, en apariencia inconexas, acaban coincidiendo en el más absoluto de los absurdos.
La aventura, repito, merece la pena.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Cosas

Al alejarme siempre he pensado en el regreso,
en su lenguaje fosco. Por si nadie me espera.

Luis Muñoz



Abandoné el destello de una casa sin huéspedes.
Apagué las bombillas
y organicé la vida.

Pero las cosas,
firmes en su costumbre,
continuaron allí.

No supe corregir la suciedad.
Ni el polvo.

Puedo limpiar los restos de las noches,
abrillantar su suelo de madera
pero cuando las sombras me reclaman
las recibo.

Y la casa se abraza a la ciudad,
a un cepillo de dientes.
Al orden de lo viejo.

Sólo son cosas
pero impiden la marcha.

Rutinas

Yo sólo quiero
volver a esa rutina de manteles
que cuelga de las sobras de los días.

Apartar de sus labios las preguntas.

Ser la noche dormida.
El invierno encendido en las ventanas.
La boca que se esconde tras un verso.

Transcurrir por los meses sin zapatos.
Valiente
como un pez que le pierde el miedo al aire.

Y descalza y desnuda
fingir que la costumbre no es un túnel
que exige la derrota de la luz.