viernes, 28 de agosto de 2009

Venganzas

No sé si esperar que la vida se vengue de cierta persona o tomar cartas en el asunto. Digan lo que digan, la venganza siempre es dulce; posee un componente de justicia que cierra la brecha abierta y otorga cierto sentido a lo que sucedió y nos hizo daño. Pero las venganzas se deben planear despacio y a conciencia, con sangre fría, dejando correr el tiempo hasta que el otro baje la guardia y piense que ya-todo-ha-pasado. Es muy fácil destruir el nombre del que miente: basta con hacer pública su falsa verdad.

domingo, 23 de agosto de 2009

Poemas

Invéntate en la voz
porque si escribes verbos sin sonido
no encontrarás el nombre que se enciende,
la letra que se inflama,
el triunfo de un poema que se agacha en las calles,
mirando al suelo,
como una gota de saliva hiriente
que al mismo tiempo quema y cura las gargantas.

jueves, 20 de agosto de 2009

Vacaciones

Le he cogido gusto a estar aquí, cerca del mar. A no hacer nada. A tomar el sol y bañarme en el mar. A leer. A pasear. A esta maravillosa rutina que ha logrado sacarme de la cabeza la mayoría de los problemas que, cuando llegué, traía conmigo. He descansado de todo y de todos... justo lo que necesitaba. Creo que las ideas se me han aclarado sin necesidad de pensar. He aparcado el tiempo y he aparcado mi vida. Me he curado para poder permitirme volver a enfermar.

lunes, 10 de agosto de 2009

Tu rostro mañana

Después de leer la novela Tu rostro mañana, de Javier Marías.


Quién sabe si mañana tendrás el mismo rostro,
la misma sinrazón en la mirada.
Tal vez tu sombra ensanche sus recuerdos
y proyecte el dolor de alguna historia.
Las verdades que aprendes son muy frágiles,
se pueden inclinar sobre los ojos y llenarlos de tierra.
No sé que harás el día que receles;
con qué razón sujetarás la espada;
bajo qué cuello danzará el veneno.
en qué silencio clavarás la letra.
Cuando empiece tu rostro a ser de ayer
elegirás la excusa para enterrar su nombre.

viernes, 7 de agosto de 2009

El lector

Me gusta que en tu boca tiemble el agua
porque, cuando haces líquido el idioma,
las palabras se vierten fuera de los renglones
y el mundo se sumerge en un papel.
Mientras hablas de libros,
irrumpe en la memoria la voz de los ausentes
-eres como un olvido que el tiempo desordena,
como un sorbo de lluvia en Marrakech-.
Manchas de sal todos los nombres
y encierras el temor en un cuaderno;
mientras lees, tu tiempo se hace charco.