sábado, 23 de mayo de 2009

MIRANDO GERANIOS EN VENTANAS QUE NO HABÍAN



"mirando geranios en ventanas que no habían"
Mario Marqués




Se sorprende el furtivo al escuchar: mientes.
Quizá porque se lo dice la chica que cruzó hacia la lluvia
(naufragio era su voz, y te llamaba),
cuando la noche olía a derrota,
retornaban de nuevo las cigüeñas
y los aleros se cubrían de nieve blanca y gris;
la que recuerda que no había lanzado
-todavía- una moneda a la Fontana di Trevi
y no le dolía el dolor,
ni el amor
ni las rodillas de rezar en Saint Sulpice,
ni en remolinos sobre cualquier espejo
imaginaba un desayuno con diamantes,
porque aún buscaba geranios en ventanas que no habían,
y no quería, como quiere hoy,
volver a aquello que vale poco o nada: volver
(¡qué difícil oficio el de ser luz!).
Volver. Con la tarde deshecha a la espalda
y los cabellos teñidos de vientos azul Sena,
a su niñez de azúcar y de nueces.

Cosas raras en el estómago

No sé que tengo, como una cosa triste y rara agarradita a la boca del estómago. Y lo peor es que no sé los motivos. Además, no puedo escribir. Cuando me siento así, no me sale ni un solo verso. La mayoría de la gente cree que cuando peor se siente uno mejor se escribe. En mi caso, desde luego, no es así.
Cuando me siento mal lo que más me apetece es el silencio. El silencio y las historias de los demás. Leer y leer. Pero narrativa, ficción, cuánto más ficción mejor.
Por eso debe ser que rara vez leo a novelistas españoles. Nunca no pero rara vez. No a todos, claro, pero a la mayoría los encuentro demasiado planos, entendiendo por planos "próximos".
Por eso debe ser también que, aunque lo he hecho, no me atrae en exceso la idea de viajar por Europa. No quiero más de lo mismo. Quiero sentirme durante tres días, una semana, un mes otra persona. Fabricar la ilusión de otra vida. Que ocurran cosas diferentes que me cuenten cosas diferentes.
Hay libros que me han ayudado a curarme y lugares a los que me escapo cuando puedo porque los necesito para vivir.
Cuando me ocurrió lo del ERE cogí el coche y me fui dos semanas a Marruecos, a la aventura, sin planes fijos, sin mucho dinero... Cambiábamos de ciudad o pueblo cada dos o tres días, hostales cutres, maleta va maleta viene, litros de té y, sin embargo, yo que hace ya mucho que tengo asumido el insomnio, dormí como un tronco desde el primer día. Una noche fueron diez horas del tirón. Y ni una sola pesadilla. Allí me terminé, además, el libro de Le Clezió, La Cuarentena (una novela de viajes y aventuras ambientada a finales del siglo XIX, justo lo que me hacía falta).
Cuando tengo días, o etapas, o rachas tontas no me sirve, como tal vez les suceda a otros, refugiarme en lo conocido. Lo mío, creo, es siempre una huida hacia delante. Por eso no creo en las segundas partes de las historias de amor ni en las segundas partes de las historias de amistad rotas. Por eso no me arrepiento de casi nada de lo que hago pero no repito jamás lo que no me gusta.
No sé, esta cosa rara en la boca del estómago tal vez sea un aviso o, simplemente, impaciencia o la intuición de que tengo que provocar que suceda algo nuevo YA. Lo que más deseo es que, por favor, esa sensación se largue y me da miedo que no se vaya si me limito a quedarme quieta y esperar que suceda.

viernes, 22 de mayo de 2009

Toca descansar

Hoy fui a comer con las chicas otra vez.
La verdad es que cada vez me cuesta más aparecer por allí (allí es por las cercanías de mi ex trabajo).
De repente ha empezado a olerme a rancio.
No se debe volver a los sitios donde uno lo ha pasado mal. Porque quedarse sin trabajo, en mi caso, ha sido un mal menor (a ratos casi un regalo).
Lo realmente terrible ha sido lo vivido "antes de".
Y, al final, los que están dentro siguen metidos en un círculo que ya no es el tuyo y del que por salud mental deberías alejarte lo más posible.
El simple hecho de oír pronunciar algunos nombres (y siempre se pronuncian)consigue ponerme nerviosa para varios días.
Llevo dos meses y pico sin trabajar y todavía no ha habido una sola semana en la que no haya tenido una pesadilla relacionada con lo que viví.
Ocho años al lado de un psicópata son muchos años, suman muchos días, muchas horas y un desgaste emocional tremendo si eres medianamente sensible.
Digamos que no es lo mismo perder un trabajo de un año que perder un trabajo de quince, toda tu vida laboral y gran parte de tu vida afectiva.
Y lo peor es que te obliguen a desearlo. Que te veas empujada a tomar la decisión de irte porque lo malo tuvo poder suficiente como para ensombrecer lo bueno, que fue mucho.
En fin, que a ellas las quiero mucho pero el entorno en el que las sigo tratando me perjudica mucho más de lo que me beneficia. Y ahora me toca ser egoísta.

martes, 19 de mayo de 2009

Desencuentros

El cielo me reclama mientras plantas árboles.

Porque eres de metal y de cemento,
de una materia que no vence.

Mientras estudias la razón del mar,
a mí me crecen en las manos barcos,
naufragios de papel,

espumas de color azul entre las piernas.

A ti te sobran dientes para morder los besos
a mí me caben mapas en la boca,

por eso estamos solos cuando amamos.

No sentimos la misma oscuridad,
ni en nuestros rostros brilla el mismo azufre.

martes, 12 de mayo de 2009

Poema Infantil

El tenía paraguas en los dedos.

Y yo, que estaba loca por sus manos,
pretendía mojar con mi lengua su voz,
salvarme de la vida tras su espalda.

Quería darle besos en el miedo.

Explicarle que dentro de mis cosas
hay duendes que vigilan el planeta
(para que nadie pueda hacerte daño,
mi amor).

Yo quería cuidarle de lo negro,
ser parque en sus domingos.

Llenarle los zapatos de tormentas.

Y enseñarle que todo es de mentira
menos este momento que llueve en las ventanas.

lunes, 11 de mayo de 2009

"Ver la tristeza"


Hoy, al rato de levantarme, se me ha ocurrido una de las miles de preguntas idiotas que, a veces, se me pasan por la cabeza: se puede fotografiar la tristeza? Ese tipo de tonterías me las he preguntado toda mi vida pero, antes eran flashes que aparecían un segundo y, luego, las ocupaciones diarias se tragaban. Es la primera vez que tengo tiempo suficiente para regodearme en ellas, así que me he lanzado al google y he metido en el buscador las dos palabras: tristeza y fotos. He encontrado miles, por supuesto, pero ninguna me ha convencido "totalmente".

Me preguntaba, también, si la tristeza es un sentimiento que traemos puesto cuando nacemos o si son las peripecias de la vida las que nos "enseñan" a sentirla.

sábado, 9 de mayo de 2009

Un día en Cuenca

Ayer pasé el día en en Cuenca. No conocía Cuenca. Y tampoco sabía que existía allí una autoescuela, famosa en el mundo mundial, en la que te preparan del carnet de conducir en quince días. Y si tienes suerte, claro, - y apruebas-, te lo llevas puesto en dos semanas.

Me ofrecí para ir a recoger a una amiga que, como yo, y después de sufrir el mismo ERE que yo, está en el paro, y ha aprovechado la oportunidad para sacarse el carnet de conducir en esa mundialmente famosa autoescuela, de la que yo, hasta hace nada, no tenía noticias.

De paso quería ver las casas colgadas y esas cosas.(Por cierto, aprobó el teórico, con una preparación de cuatro días, eso sí, intensivos).

El día fue curioso, no por Cuenca, que el casco viejo es precioso. Ni por las casas colgadas. Ni por la Catedral cuya fachada me recordó, vagamente, a la de Notredame. Fue curioso, como siempre, por la gente.

Comí con un montón de recién examinados de la famosa autoescuela, y yo, que tengo el carnet de conducir desde los dieciocho, me quedé asombrada al comprobar las cosas tan dispares que pueden servir para unir a las personas. Basta con tener un solo objetivo común para que, al menos temporalmente, se creen lazos fortísimos.

De repente, una parada de Barcelona de 37 años es amiguísima de un canario de 28, que pretende escribir guiones de cortos, sólo porque han coincidido en una autoescuela de Cuenca y los dos se quieren sacar el carnet de conducir.

Y, sobre todo, porque los dos sienten que lo están haciendo a destiempo.

Todo este rollo viene a cuento porque, al final, la gente sólo necesita "creer" en algo, tener un objetivo -el que sea- para unirse con otra gente y luchar por él. La apatía sólo surge cuando nos aíslamos.

Al principio, tú, que llegas de fuera, ajena a toda esa movida, y con carnet de conducir hasta renovado, eres un bicho raro pero si les oyes y te interesas, te aceptan. Basta con que hagas tuyos sus problemas, con que ejercites eso tan maravilloso que llaman empatía.

Y acaban invitándote a su casa de Barcelona. O de Vigo. O de Santa Cruz de Tenerife. O te dicen "que zapatos más bonitos llevas", que no es la frase del año, desde luego, pero que, a veces, se agradece mucho más que la frase del año porque, tal vez, el día anterior estuviste triste. O echaste mucho de menos a alguien sin saber que te esperaba Cuenca, con sus casas colgadas, con un puente en el que, curiosamente, habían pegado una ristra inmensa de folios para escribir el poema más largo del mundo (poema en el que no participé porque después de leer algunas de las cosas escritas, me di cuenta que no tenía nada que aportar: dos andaluces celebran su cuarenta aniversario de boda en la ciudad de las casas colgadas y dicen que son felices... Puedo escribir yo algo que supere eso?).

Había una chica catalana que se llamaba Irene con la que me sentí muy bien hablando. Además, fumaba tanto o más que yo, que ya es decir. A lo largo de la conversación me dijo varias veces que era muy simpática, muy guapita y que parecía tener mucho carácter. Y todas las veces me dieron ganas de abrazarla porque no tenía ni idea de lo que me había costado ese día levantarme, intentar ponerme guapita, conducir dos horas hasta Cuenca y procurar ser simpática con un grupo de gente que nada sabía de mí.

Tampoco le pude explicar que justo ese día la vida me había puesto delante lo que necesitaba: una ciudad como Cuenca y un montón de desconocidos en los que aprender una vez más lo grande que es el mundo y lo pequeñas que son mis miserias.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ficción

Si te alejas, me iré,
sin posar en tu cuerpo mi mensaje
de párpados cerrados.

Volverá lo que soy,
la madrugada insomne de una niña que crece.

LLegarán las rodillas de papel,
el temor a la noche
e, incluso, la costumbre de no amarte

a ti que no eres tú.

Porque habitas tan sólo en mi ficción,
como un fósforo ardiendo tras la luna,
fugaz y endeble,

opaco como el brillo de un disfraz.

lunes, 4 de mayo de 2009

Juegos

El mismo juego de hacer versos
-que no es un juego- es algo
parecido en principio
al placer solitario.

Jaime Gil de Biedma



Si son días de gloria lo que buscas,
días de pan y sol,
aparta la mirada de este cuerpo

porque detrás de su sudor no hay nada.

Apenas una esquina sin relojes,
apenas un resquicio de veneno

un espacio inventado por la sed.

Aprende a contemplar su luz nocturna
antes de que el segundo se duplique
y el mismo juego empiece en otro nombre.

viernes, 1 de mayo de 2009

Yo no sé qué es el amor

Nuestro miedo nos miente
porque no es el amor un rostro de cemento

ni un paisaje en el borde de los ojos.

La luz mancha los charcos
y los taxis vacíos no saben dónde van.

Se puede ser feliz en este instante.
Se puede comprender la vida estando quieto,
dejando que el presente nos imponga su ritmo.

Que sólo exista el día de tu nombre,
la libertad del tiempo que se marcha

y un beso que no ensucie la saliva.