Es la primera vez que tengo claro el mundo:
quién es quién,
los lugares que amo,
los sitios que no esperan mi pisada.
Ahora sé en dónde detenerme
y a quién dejar partir.
Ya no me duele el beso que no alumbra.
No hay pérdidas
ni pasados mejores que esta vida.
Existo entre los pájaros como una nube rota
que aprendió de repente a no llover.
Me miro desde arriba
y aunque parezca un párpado de hielo
o una ciudad que inventa la distancia,
nunca supe mejor crearme entre la lumbre
ni encerrar en los ojos cada luna que empieza.