Sostenme en una noche de metal
para que el beso de la muerte tarde.
Para que cuando llegue finjamos el amor
dentro de una ciudad sin ascensores,
sin escombros de luz en las persianas.
Juntos y a oscuras,
celebrando en los cuerpos un albergue.
El juego de los niños que se asustan
cuando el reloj les muestra su verdadero rostro.
4 comentarios:
Me encanta que estés publicando en tu blog. Uno se acostumbra a las cosas. Uno soy yo, claro. Y tú eres las cosas. Y la costumbre es, bueno, creo que eso ya sabes qué es.
Genial, como siemprel sin que sobre ni falte absolutamente nada.
Un besazo
MArian
Pues me guste que te acostumbres a las cosas y que las cosas sean yo... Gracias, Billy.
Besotes
Marian, eres muy generosa con mis intentos... Y yo sabes que te lo agradezco mucho.
Un beso grande.
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