El invierno en las voces,
el ascenso del miedo,
la noche perforada por el hambre.
Y esa sed que se prende en la palabra
y bebe de ella el zumo del espanto.
Qué oscuro es el camino de las sombras.
Cuántos monstruos lo habitan,
cuántos seres se comen su miseria.
Y, sin embargo, tú,
que sabes quién padece los sonidos,
me invitas a vivir en la mudez.
A construir un verbo antiguo.
A vivir en un sueño que no duerme.
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