No conocía yo este susurro de Carmen. En esa casi negación del ser hay mucho de sí misma: un desengaño dormido, que sin duda un día fue tormenta, una mujer con el alma inclinada al sur que quizás dejó por un instante de creer en la mano del amigo. Lo que pasa es que la sensibilidad de la mujer única (se llama sin duda como ella) estalla en los acantilados vecinos y erosiona sin piedad su vocación derrocadora de sueños. Esta mujer del poema -ni ella ni yo sabemos separar la poesía de la vida- no hiberna como las cantantes portuguesas en septiembre, ni siquiera está dormida. Se acecha a sí misma como si fuese la candela de su hija. Podría prolongarse en murmullos, como hace la mar dormida entre los barcos cuando parece que se va caminito del olvido, pero aún así estaría solicitando un lugar donde plantar su oficio. No sabemos cuántas nubes caben en un pozo, pero hay posibilidades de que sean muchas. Ella no es una rendición todavía, ella se alza sobre al abatimiento infinito, y mañana recordará que tiene su propio domicilio. Ahora está refugiándose poco más que en su nombre, en unas palabras que son como miguitas de pan para engañar a los asesinos, le cuesta pensar en la hermosura de ese apaciguamiento, pero tiene que atisbar por alguna rendija la juventud de su cintura que es mucho más que una voz escogida en el agua. Releo y me recuerda a una niña de frío y miedo a quien hubiesen pasado mil hombres por encima, pisándole las trenzas torpemente (hay hombres muy torpes en la vida) pero no aboliendo su región de luz serena. Y sin embargo son muchos más lo que la aman. Porque esta mujer que se recluye en cinco líneas vino a refrescar a un ser humano por lo menos. Y este ya tardece con esperanza aunque se le caigan las pupilas por los años y no vea del todo quien estrecha su mano o dibuja el laberinto del valium donde no sabe muy bien si la noche le besa o le está matando limpiamente. Me dan ganas de reencarnarme en un muchacho para tirarle piedras a los que están empeñados en matar todo idealismo de poeta. Probablemente empiece a hacerlo ahora mismo, antes de que me nazca alguna deriva rara mientras empiezan a colgar en los balcones las mujeres su tristeza. Probablemente yo esté amando esta noche más a la mujer que al poema.
El silencio también es necesario. A mí me gusta estar en silencio y me gusta la gente que sabe estar en silencio. Porque estar en silencio significa, entre otras cosas, escuchar, aunque sea la propia respiración de uno, significa pensar, escuchar la voz interior, significa soñar.
Tienes razón, Antonio, cada día somos una cosa y el silencio también es necesario...Y es verdad, las olas representan la continuidad... se rompen pero no hay nada que las impida renacer al instante..
Pues he susurrado muchas veces, cuando empecé a escribir, casi que sólo susurraba... Y me siguen gustando los poemas que susurran, a veces no son necesarios más de cuatro o cinco versos para crear una sensación o un mundo completo... Ya sabes que tus comentarios siempre supera el poema y más en este caso en el que pretendía decir tan, tan poco que casi me quedo callada. La niña se cortó las trenzas hace tiempo y, sin embargo, no logra crecer...
Me pasa igual, Esteban... Me gusta el silencio y me gusta la gente que sabe usarlo... A veces se malinterpreta, eso es lo malo, cuando resulta que es un regalo que le hacemos al otro o a los otros, precisamente por eso que tú dices, porque nos basta con oir... Me encanta que vengas. Muchas gracias, amigo.
Hola Carmen!!!! Bello es tu silencio, tus no-palabras, sabes que a veces son necesarias para escucharnos a nosotros mismos, pero eso sucede un día y al día siguiente...como la ola que vuelve a nacer, a rugir, a comenzar a formarse, así somos, así debemos ser. Un enorme abrazo y mi cariño!!!!
A mí me gustaría que existiera un silencio que también fuera interior... porque normalmente, cuando estamos en silencio de cara a los demás, no lo estamos hacia dentro... al ser humano le resulta imposible parar los pensamientos por eso el silencio del que yo hablo ni siquiera creo que exista...
14 comentarios:
y...mañana serás la palabra: el murmullo, el rumor, el sonido, el susurro, el ruido, el grito...
ah...las olas son relajantes, tanto con su sonido (que acaba roto, pero que vuelve a nacer al instante siguiente) como su vaivén.
Aquí sigo, cerquita de ti.
Besos
Bella poesia.
Breve y profundo! Gracias por compartir
No conocía yo este susurro de Carmen. En esa casi negación del ser hay mucho de sí misma: un desengaño dormido, que sin duda un día fue tormenta, una mujer con el alma inclinada al sur que quizás dejó por un instante de creer en la mano del amigo. Lo que pasa es que la sensibilidad de la mujer única (se llama sin duda como ella) estalla en los acantilados vecinos y erosiona sin piedad su vocación derrocadora de sueños.
Esta mujer del poema -ni ella ni yo sabemos separar la poesía de la vida- no hiberna como las cantantes portuguesas en septiembre, ni siquiera está dormida. Se acecha a sí misma como si fuese la candela de su hija. Podría prolongarse en murmullos, como hace la mar dormida entre los barcos cuando parece que se va caminito del olvido, pero aún así estaría solicitando un lugar donde plantar su oficio.
No sabemos cuántas nubes caben en un pozo, pero hay posibilidades de que sean muchas. Ella no es una rendición todavía, ella se alza sobre al abatimiento infinito, y mañana recordará que tiene su propio domicilio. Ahora está refugiándose poco más que en su nombre, en unas palabras que son como miguitas de pan para engañar a los asesinos, le cuesta pensar en la hermosura de ese apaciguamiento, pero tiene que atisbar por alguna rendija la juventud de su cintura que es mucho más que una voz escogida en el agua.
Releo y me recuerda a una niña de frío y miedo a quien hubiesen pasado mil hombres por encima, pisándole las trenzas torpemente (hay hombres muy torpes en la vida) pero no aboliendo su región de luz serena. Y sin embargo son muchos más lo que la aman.
Porque esta mujer que se recluye en cinco líneas vino a refrescar a un ser humano por lo menos. Y este ya tardece con esperanza aunque se le caigan las pupilas por los años y no vea del todo quien estrecha su mano o dibuja el laberinto del valium donde no sabe muy bien si la noche le besa o le está matando limpiamente.
Me dan ganas de reencarnarme en un muchacho para tirarle piedras a los que están empeñados en matar todo idealismo de poeta. Probablemente empiece a hacerlo ahora mismo, antes de que me nazca alguna deriva rara mientras empiezan a colgar en los balcones las mujeres su tristeza.
Probablemente yo esté amando esta noche más a la mujer que al poema.
Un beso.
El silencio también es necesario. A mí me gusta estar en silencio y me gusta la gente que sabe estar en silencio. Porque estar en silencio significa, entre otras cosas, escuchar, aunque sea la propia respiración de uno, significa pensar, escuchar la voz interior, significa soñar.
Me ha gustado el poema, Carmen.
Un beso.
Tienes razón, Antonio, cada día somos una cosa y el silencio también es necesario...Y es verdad, las olas representan la continuidad... se rompen pero no hay nada que las impida renacer al instante..
Me alegra que sigas cerquita. Un beso grande.
Hola Antonio Eduardo, me alegra saber de ti y que me dejaras saber que te gustó. Muchas gracias.
Gracias a ti, Gralba... Para mí es un regalo que una sola persona me lea...
Pues he susurrado muchas veces, cuando empecé a escribir, casi que sólo susurraba... Y me siguen gustando los poemas que susurran, a veces no son necesarios más de cuatro o cinco versos para crear una sensación o un mundo completo... Ya sabes que tus comentarios siempre supera el poema y más en este caso en el que pretendía decir tan, tan poco que casi me quedo callada. La niña se cortó las trenzas hace tiempo y, sin embargo, no logra crecer...
Un beso.
Me pasa igual, Esteban... Me gusta el silencio y me gusta la gente que sabe usarlo... A veces se malinterpreta, eso es lo malo, cuando resulta que es un regalo que le hacemos al otro o a los otros, precisamente por eso que tú dices, porque nos basta con oir... Me encanta que vengas. Muchas gracias, amigo.
Hola Carmen!!!!
Bello es tu silencio, tus no-palabras, sabes que a veces son necesarias para escucharnos a nosotros mismos, pero eso sucede un día y al día siguiente...como la ola que vuelve a nacer, a rugir, a comenzar a formarse, así somos, así debemos ser.
Un enorme abrazo y mi cariño!!!!
A mí me gustaría que existiera un silencio que también fuera interior... porque normalmente, cuando estamos en silencio de cara a los demás, no lo estamos hacia dentro... al ser humano le resulta imposible parar los pensamientos por eso el silencio del que yo hablo ni siquiera creo que exista...
Un beso, EStrella. Gracias por seguir asomándote.
Hoy soy como las olas:
un ruido
que siempre acaba roto.
Hola Me gusta mucho tu poesía
Un beso. Gabriel
Gracias, Gabriel... Por leerla y por contármelo. Un saludo.
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