sábado, 18 de abril de 2009

Ante el sueño

Siempre eres de azúcar,
sobre todo si sabes ampliar mi sabor
o dormir con la mano en mi cadera.

Porque en el tacto soy de alambre

Y no son estos dedos sólo el tacto,
son, sobre todo, el verbo que pronuncio,

la voz hecha de nieve.

Porque para sonar dentro de este silencio
necesito árboles,

tejados que se doblen ante el musgo.

Ser el rostro que besas cuando lloro.

Y que te quedes quieto
mientras los siglos rozan nuestro sueño.

2 comentarios:

Lobo dijo...

Hago un alarde de ser el primero en comentar acá este poema. Que, creo, te dije, me parecía genial, eso del alambre, un poco como diciendo maleable -¿que viene de mala?-
Ese idioma de silencio y frío, de quietud. Lo tuyo se me hace página en blanco y letras en el espacio justo, no mucho alarde, no hablar demasiado. Haces, y haces esto que es un poemón.

Carmen dijo...

Hola Martín, tu manera de comentar es casi tan buena como tu manera de escribir... y, ambas, desde luego son inteligentes. Todas las lecturas importan, y mucho, pero por aquí puedo decir sin que nadie se me enfade que algunas más que otras...

Gracias